Ivanhoe by Sir Walter Scott

Ivanhoe by Sir Walter Scott

autor:Sir Walter Scott
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Aventuras
publicado: 1819-01-01T00:00:00+00:00


XXVI

El más fogoso de los caballos a veces se enfría

y el más blando, en ocasiones, se hace osado.

Junto a su abadía, el monje se hace el loco;

y la prudencia adivina al loco del fraile.

Canción popular antigua.

Cuando el bufón, ataviado con el sayo y la caperuza del ermitaño y con el cordón de nudos atado a la cintura, se presentó ante el portal del castillo de Front-de-Boeuf, el guarda le pidió el nombre y qué clase de encargo traía.

—Pax vobiscum —contestó el bufón—. Soy un pobre hermano de la Orden de San Francisco que viene a ofrecer sus servicios a unos infelices prisioneros que se encuentran en este castillo.

—Eres un fraile muy atrevido por venir aquí —dijo el guarda—, donde a excepción de nuestro capellán borrachín, ningún gallo de tu plumaje ha cacareado en los últimos veinte años.

—A pesar de ello, te ruego que transmitas el encargo al señor del castillo —contestó el fingido fraile—. Puedes creer que será bien acogido por él y que el gallo cantará con tal fuerza que se le podrá oír en todo el castillo.

—Está bien —dijo el guarda—, pero si me riñen por haber abandonado el puesto debido a tu encargo, intentaré averiguar si un sayo gris de fraile protege a su portador de una buena paliza.

Con estas amenazas dejó el torreón y de mala gana llevó al salón del castillo el recado de que un santo fraile pedía ser admitido al momento. Con no poca sorpresa recibió de su amo la orden de hacer pasar al santo hombre y, cubriendo la entrada para evitar sorpresas, obedeció las órdenes recibidas. La despreocupación digna de un cerebro de liebre que había llevado a Wamba a efectuar tan peligrosa misión, escasamente le bastó para mantenerle en pie cuando se halló ante la presencia de un hombre tan terrible y temido como Reginald Front-de-Boeuf, y pronunció su Pax vobiscum, frase que para él constituía el mejor soporte de su disfraz con más ansiedad y vacilaciones que antes. Pero Front-de-Boeuf estaba acostumbrado a ver a hombres de todas las clases sociales temblando en su presencia, por lo que la timidez del fingido padre no originó ninguna sospecha en él.

—¿Quién eres y de dónde vienes, padre? —preguntó.

—Pax vobiscum —repitió el bufón—. Soy un pobre servidor de san Francisco, que, viajando por estas soledades, he caído entre ladrones. Como dicen las Escrituras: quídam viator incidit in latrones…, los cuales ladrones me han mandado a este castillo para que ejerza mi deber espiritual con dos personas condenadas por vuestra honorable justicia.

—Está bien —contestó Front-de-Boeuf—. ¿Y podrías decirme, santo padre, el número de dichos bandidos?

—Valiente señor —contestó el bufón—, Nomen illis legio, son toda una legión.

—Dime en lenguaje llano cuántos son, pues de lo contrario, clérigo, de poca protección te han de servir tu sayo y tu rosario.

—¡Ay! —dijo el fingido fraile—, cor meum eructavit, es decir, estaba a punto de reventar de miedo, pero presumo que pueden ser… entre monteros y campesinos…, tal vez unos quinientos hombres.

—¿Qué? —exclamó el templario, que acababa de entrar en este momento—.



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